Vivimos una era donde la tecnología domina nuestra vida cotidiana, y por ello no es de extrañar la relevancia que han adquirido las plataformas digitales en la política.
Las herramientas tecnológicas pueden ser poderosos motores de información y participación, pero también representan un arma de doble filo. La combinación de intereses políticos con el alcance masivo y la sofisticación tecnológica está teniendo un impacto profundo en las democracias del mundo.
Esta alianza, en manos equivocadas, puede ser utilizada para manipular a las masas, polarizar a las sociedades y erosionar la confianza en las instituciones democráticas. El uso de algoritmos que priorizan contenido polarizador, las campañas de desinformación y la proliferación de deepfakes son sólo algunos ejemplos de cómo esta relación puede volverse tóxica.
Durante las elecciones presidenciales de 2016, la empresa Cambridge Analytica explotó los datos de millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento. Este escándalo permitió la segmentación de votantes para bombardearlos con contenido que reforzaba sus creencias o miedos, manipulando sus decisiones electorales.
Adicionalmente, el uso de bots y trolls rusos fomentó divisiones raciales y políticas, incrementando la polarización.
Jair Bolsonaro utilizó grupos de WhatsApp para difundir noticias falsas, como teorías conspirativas sobre fraude electoral y supuestos riesgos sociales.
La Agencia de Investigación de Internet (IRA) utilizó cuentas falsas en redes sociales para sembrar discordia tanto a nivel nacional como internacional, influyendo en temas sensibles como las elecciones y movimientos sociales.
Aunque España no ha experimentado un impacto tan grande como otros países, también se han registrado ejemplos preocupantes:
Durante las elecciones municipales de Madrid (2021), se identificó el uso de bots en Twitter para amplificar mensajes de apoyo a Isabel Díaz Ayuso y atacar a sus rivales. Estas cuentas creaban una falsa sensación de respaldo masivo y polarizaban el debate público.
Por otro lado, en las elecciones generales de 2019, se detectaron cadenas de mensajes en WhatsApp que atribuían falsamente al Partido Popular planes para recortar pensiones. Estas afirmaciones, incorrectamente fundamentadas, se viralizaron, generando desinformación entre los votantes de mayor edad.
Estos dos ejemplos muestran que estas prácticas no tienen color político y que todos los sectores pueden caer en estas dinámicas con tal de conseguir beneficios electorales.
La tecnología es una herramienta poderosa que puede potenciar la democracia o debilitarla, dependiendo de cómo se utilice. La clave está en la responsabilidad compartida: las plataformas tecnológicas deben adoptar medidas más estrictas contra la desinformación, los gobiernos deben regular con eficacia, y los ciudadanos debemos ser usuarios críticos y responsables.
Desde Nubip, como empresa comprometida con la transparencia y la conectividad, defendemos una internet más segura y equitativa. En este contexto, la educación digital es esencial para empoderar a los ciudadanos y proteger la democracia en la era de la información.
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